domingo, 9 de marzo de 2008

en la habitación

Abrió la puerta bruscamente y entró a la habitación casi corriendo, el sudor cayéndole desde la frente hasta la nariz, ya sin importarle siquiera su aspecto o lo que sucedía alrededor. Podía oír, como un grito ajeno, el silbido de la tetera que hervía agua envuelta un fuego abrasador. Un poco más allá la cortina peleaba con el viento, en una discusión eterna sobre la entrada o no de la luz del sol a la gris habitación, que se lamentaba en un silencio sepulcral. En la esquina opuesta un televisor ya entrado en años hablaba en silencio con el teléfono, que reposaba a un costado sobre una cansada mesita de luz, hecha de roble y repasada con barniz.
–¿Qué sucede? –preguntó el perro, revolcándose en el suelo y sacando la lengua alegremente. Volvió su mirada y lo observó sorprendido. Estaba ahí, en la misma posición en que lo había dejado la noche anterior. Y sin embargo la puerta estaba rajada y alguien o algo le había roto una pata a la mesa ratona, la pobre lloraba a horrores. Una lagrima brotó de su único ojo, el otro lo había perdido en su viaje a Salta, todavía no recordaba cómo. El sudor y la pequeña lágrima se mezclaron sin problema alguno y surcaron su rostro lenta y tiernamente, mojándole suavemente los labios, ya resecos de tanto correr. De pronto un timbre agudo. –¿Pasó algo? –volvió a preguntar el can- se le nota preocupado –el animal se rascó la oreja frenéticamente –dígame, por favor, quiero saber, esto ha sido muy aburrido y solitario, el televisor perdió la voz y me quemé tratando de ayudar a la tetera, es muy terca, quiere hacer todo por su cuenta
–Yo... tú... el televisor –balbuceó tontamente, sin saber exactamente que decir. El viento y la cortina dejaron su discusión para observar la escena, era gracioso verlo ahí parado, con cara de idiota y la mirada perdida en los ojos blancos y fríos de la bestia
–Me lo imaginé –murmuró el perro rodando sobre la alfombra y moviendo la cola con alegría
–¿Qué te imaginaste?
–Esto, volviste por que tenías miedo –se levantó y se sentó sobre sus patas traseras –siempre lo haces, desde que te saqué de la perrera
Sonrió algo avergonzado y se dejó caer en un sillón. Tenía razón, pero las últimas semanas habían sido demasiado confusas. La cortina se abrió rezongando y una brisa llena de luz y vida inundó la habitación, dándole un aspecto más alegre. El perro se acercó y se recostó a sus pies, dejando que la voz del televisor volviera a escucharse y que la tetera callara su silbido tan molesto.
–¿Te suicidaste o no? –quiso saber el animal, mientras jugueteaba con los cordones nuevos de su zapato
–Tal vez –respondió cerrando los ojos y suspirando larga y tendidamente, ya olvidándose de las molestas conversaciones entre el teléfono y la cortina, el viento y la tetera, y el resto de los muebles que llenaban el lugar –me pareció hacerlo una o dos veces, pero tenía que volver, así que ya ahora no importa
Su respuesta fue un ladrido, y seguido a eso encendió un habano, inhalo el humo y lo dejó salir, acompañado de una pequeña tos molesta pero necesaria. Esa era la verdadera respuesta, lo que había estado buscando. La calidez, el olor, la compañía y la monotonía, otra vez, eran el eje de su vida

-FIN-

1 comentario:

ElChapa dijo...

Siempre te voy a pedir más de cualquier cosa nueva que traigas...Esto viene del aire surrealista del otro diálogo escrito en conjunto hace un tiempo; o no sé de donde viene precisamente, pero está muy bueno!

Quiero más, jajaja
Saludos