llámate joven otra vez
es tiempo de volver a nacer
no pienses, siente
no mires, ve
olvida ya la noche
en la eternidad del mediodía
volaremos como aves
y nos iremos lejos
sin cuerdas y puñales.
jueves, 31 de julio de 2008
martes, 22 de julio de 2008
Inmaterial (extracto)
Todo era gris, como una niebla espesa que no podía terminar de definir, tal vez imaginación suya, tal vez no, y sin embargo en aquel momento no podía serlo, pues él no Era, sólo estaba, allí, vacío, pálido, y del mismo tono semifuso en que se había convertido el zumbido. No entendía cómo podía oír, cómo hablar, no tenía voz, no tenía oídos, ojos, no tenía sentido alguno ¿era entonces parte de la niebla? Pues creía sentirse, si puede explicarse de alguna forma con palabras, en estado gaseoso. Pero no, lo veía todo desde afuera: en aquella obra él era un espectador y a la vez era el personaje principal, era todos los personajes y no era ninguno. ¡Qué confusión, que ilógico que se había vuelto aquel lugar de su inconsciencia!
Verde, árboles, flores. Cambió el paisaje, el escenario, y así la forma en que esto se escribe. Ahora él yace con el vientre rojo de sangre sobre una vieja silla inglesa, hecha con madera de pino y repasada con un poco de barniz. Es gracioso, a lo lejos se oye el aullido de un lobo, lo que significa que tiene al menos un sentido, y sin embargo no tiene oídos, no tiene rostro. Sólo adivina lo que hay más allá, viendo de otra forma, sintiendo con la mente, espectador de su propia historia.
El dolor del vientre no se siente: no es molestia, sólo sangre, que mana a borbotones, como una cascada siniestra.
Horror, demasiado.
Entiende y a la vez no sabe qué sucede, pues de a momentos pierde la conciencia, el estar. ¿Volvió a Ser? No lo sabe con exactitud, y no quiere saberlo. Cree ver algo cerca suyo, pero sabe que no puede hacerlo, no tiene ojos, ni manos para palpar el piso, no tiene forma.
Segundos... horas... minutos... y niebla otra vez, infinitamente, en un círculo perfecto que sin embargo no respeta simetría alguna, no gira, no se mueve. Está estoico y él también.
Verde, árboles, flores. Cambió el paisaje, el escenario, y así la forma en que esto se escribe. Ahora él yace con el vientre rojo de sangre sobre una vieja silla inglesa, hecha con madera de pino y repasada con un poco de barniz. Es gracioso, a lo lejos se oye el aullido de un lobo, lo que significa que tiene al menos un sentido, y sin embargo no tiene oídos, no tiene rostro. Sólo adivina lo que hay más allá, viendo de otra forma, sintiendo con la mente, espectador de su propia historia.
El dolor del vientre no se siente: no es molestia, sólo sangre, que mana a borbotones, como una cascada siniestra.
Horror, demasiado.
Entiende y a la vez no sabe qué sucede, pues de a momentos pierde la conciencia, el estar. ¿Volvió a Ser? No lo sabe con exactitud, y no quiere saberlo. Cree ver algo cerca suyo, pero sabe que no puede hacerlo, no tiene ojos, ni manos para palpar el piso, no tiene forma.
Segundos... horas... minutos... y niebla otra vez, infinitamente, en un círculo perfecto que sin embargo no respeta simetría alguna, no gira, no se mueve. Está estoico y él también.
lunes, 14 de julio de 2008
Espera
En un diminuto punto en medio de esta inmensidad que hacemos del universo, observo las mil y una estrellas, el ir y venir de los gélidos vientos, el blanco resplandor de la luna, pálida, radiante, misteriosa, y me pregunto cuándo vendrás, y cómo lo harás. ¿Será a través de los mares, en un barco con forma de cisne, blanco y glorioso o acaso cruzarás los cielos en una carroza de plata, tirada por bestias semejantes a pegasos, como salida de un cuento griego? Sólo espero que llegues a tiempo, porque una centuria te he esperado, y otras diez podrías hacerlo, pero no tenemos tanto tiempo, no en esta ocasión.
jueves, 10 de julio de 2008
Grillos
Salí al balcón y vi el sonido de los grillos, lo vi, porque era como un color que se pierde entre las luces y el bullicio de la ciudad, de las calles, de los edificios, dejándome sólo, la mirada perdida, sin saber qué hacer, sin ese compañero de desvelo, de noches de música y cigarros, en que me encuentro conmigo mismo, como un alma desnuda frente a un espejo, como cuando se deja el mundo y se descansa por siempre, esperando un nuevo nacer, por destino (lo hay, tiene que haberlo, sino nada tendría sentido). Me acordé de vos y sonreí, cerrando los ojos, permitiendo que el aire me llenara: recién entonces dejé el balcón. Ya habrían otras noches.
jueves, 3 de julio de 2008
Estábamos tú y yo, sentados, mirándonos fijamente, quién sabe por qué, pero estábamos. Allí, donde nadie nunca es alguien, tratando de adivinar nuestros pensamientos, mirándonos, fijamente tú, yo, y nadie más, rodeados de una niebla blanca tan espesa que de a ratos parece un muro, o una reja, que nos envuelve y atrapa, y no nos deja salir, que nos obliga a mirarnos, porque no hay otra cosa que hacer, porque amarnos sería en vano, fue en vano, lo sé, tú lo niegas pero en el fondo de tu alma, allí donde no hay vendas para tus ojos, allí donde el ser es puro, allí, no sé dónde queda, pero en ese lugar, lo sabes y lo aceptas, aunque no lo digas, aunque no te des cuenta y sonreías absurdamente, como si te burlarás de la forma más sutil y horrible, y quizás...
Estábamos, mi reina, sin saber, tu rey, de ningún reino, pero reina y rey al fin.
Estábamos, mi reina, sin saber, tu rey, de ningún reino, pero reina y rey al fin.
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