viernes, 22 de agosto de 2008

Dolor

Una fragancia suave y delicada, quizás hecha a base de rosas, inundaba el pequeño receptáculo con toda su esencia. De algún rincón del cielorraso que cubría el techo caía una suave cortina de agua, dulce y cristalina, salpicándole la frente y las muñecas ensangrentadas, sujetas a los grilletes ya oxidados. Su cuerpo, desnudo y mutilado, se contorsionaba cada vez que se salía del estrecho círculo mágico que le hacía de prisión, pues todo lo que cruzara los límites de aquella circunferencia, trazada sobre el mármol con sangre virgen, recibía tal descarga de energía que le helaba a uno hasta el alma y quizás más.

No hay comentarios: