miércoles, 3 de septiembre de 2008

sesenta y algo

Encendió un parliament y dejó que su nariz se perdiera en las confusas líneas que Jaques le había escrito aquella mañana, justo antes de dejarlo en la terminal y salir corriendo al departamento que habían alquilado juntos en el centro de Buenos Aires, a la vuelta de Retiro.
Receloso, pitó un par de veces y al instante un hermano querido que se iba haciendo más chico a medida que se alejaba del margen izquierdo de la hoja y perdía validez con el resto de la carta, al instante un gracias por dejarme acá, gracias por tu hospitalidad. Formalidades y pura mierda che, este pibe está loco. Y pensar que casi le había dicho de viajar juntos a Francia por los dos meses siguientes. Hubiera sido insoportable, Jaques era muy cerrado, cíclico, un tipo muy cliché que nunca paraba de hablar. Susan se lo había advertido, le había dicho que le iba a costar convivir con él después de tanto tiempo separados, que había cambiado mucho y que Jaques esto, y Jaques lo otro, y al final de lo único que estaba seguro era de que a Susan la separación la había afectado demasiado y a su hermano también y que por alguna razón que desconocía (casualidad no, no había tal cosa como casualidad) él había terminado en el medio -as usual- (...).

1 comentario:

ElChapa dijo...

Que siga el baile..
Saludos!