martes, 3 de junio de 2008

La conoció una tarde de otoño, mientras tomaba un café en Maryland. Era soldado, fanática acérrima del ejército, sólo soñaba con honor y gloria, un deseo de muchos, alcanzado por pocos. Su piel era de un color grisáceo, casi negra como el carbón, así como sus ojos, oscuros, vacíos, distantes. Sólo verla allí sentada le causaba una extraña sensación en el estómago, algo que no podía decir con exactitud qué era.
Sin pensarlo dos veces se levantó y se acercó a su mesa. La soldado le sonrió y le indicó que se sentara. Ella ocultó una risa entre sus labios. Era gracioso pensar que
una judía de anteojos grandes y redondos pudiera enamorarse de una mujer militante.
¿Dije gracioso? No... era la burla irónica del destino que se reía en sus caras

1 comentario:

ElChapa dijo...

Grillin...Todo muy lindo...bien con lo filosófico. Me supera pa. Pasate por el blog que hay algo para vos...alegría papá!

Un abrazo