jueves, 12 de junio de 2008

¿Principio de desaparición? No

Sucedió muy rápidamente.
Estaba acostado, en el piso, la espalda apoyada contra el costado de una cama, la vista fija en el televisor, la cabeza... en otro lado. Atrás mío, sobre la cama, descansaba un amigo, y en la otra, apoyada contra la pared y formando una ele con el televisor y la cama de mi amigo, dos chicos más, ajenos a todo esto.
Fue extraño, muy extraño. Primero sentí como si se me hubiese dormido el pie. Está bien, me dije, es algo normal, me pasa seguido. Pero no se detuvo ahí. Muy pronto tenía las dos piernas completamente idas, no las sentía, sólo pude percibir un débil cosquilleo que subía hasta la cintura. Me di vuelta para avisarle al resto, pero al instante comprendí que no eran sólo mis piernas: mis brazos y mi lengua, todas mis extremidades, se habían ido, no podía sentirlas, y me molestaban. Muy pronto el corazón empezó a latirme muy rápido, tanto que me asusté, me asusté como no me había asustado en años. Me levanté casi de un salto y me acosté en la cama, tratando de calmarme, peor fue peor. Las imágenes se me sucedían como si fuera una película de fotografías viejas, de a flashes, cortadas. Por momentos perdía la noción del tiempo, y una vez boca abajo, la perdí por completo.
Traté de levantarme y tuve que pedir ayuda. Una mano me agarró de los hombros y me sentó. Me trajeron un vaso de agua pero no podía tragar, el corazón me latía con mucha rapidez, con mucha fuerza, tanta que pensé que iba a explotar, o al menos salirse de mi pecho con violencia y brusquedad. Las manos me soltaron y escuché la voz de una mujer que me susurraba al oído. Me pidió que me inclinara hacia delante. Obedecí como un cachorro amaestrado, sin muchas otras opciones que tomar, como una criatura dócil que no sabe qué hacer. La mujer me indicó que hiciera fuerza con mi cabeza hacia arriba, mientras ella empezaba a presionar hacia abajo. Me mantuve en esa posición durante unos quince segundos, hasta que me soltó y me dijo que me levantara. Obedecí y en cuestión de segundos mi corazón había vuelto a la normalidad, o al menos ya no trataba de saltar de mi pecho, de abrirse paso hacia fuera. Me tranquilicé, pero el cosquilleo seguía y el viaje recién empezaba.

Hoy estoy bien, pero no creo volver a tomar ese tren otra vez, ese no es mi camino.

No hay comentarios: